Pontevedra ha amanecido este sábado sin la icónica imagen del Santo Cristo del Buen Viaje junto a la puerta lateral sur de la Real Basílica. Es como si “La Saga/Fuga de J.B.”, que la ciudad del Lérez inspiró a Torrente Ballester hasta el punto de transformarla en Castroforte del Baralla, se hubiese confundido del todo con la realidad y los parroquianos de Santa María la Mayor, alertados por la desaparición de su estimadísima talla, hayan salido a la calle, vociferando: “¡Veciños, veciños, roubaron o Corpo Santo!”. Por fortuna, no se trata de un acto de vandalismo contra los católicos, sino de una acción promovida desde la propia comunidad parroquial a fin de recordar a todos los transeúntes que Jesucristo no está encerrado en las iglesias, sino haciendo compañía constante a aquellos que más lo necesitan, junto a los oprimidos, de los que sufren o de los que atraviesan alguna situación de necesidad.
Viene siendo habitual que, cada mes de septiembre, Santa María la Mayor organice alguna acción creativa a fin de remarcar los objetivos del nuevo curso pastoral, como en 2018 con la colocación de una chalana traída desde Bueu con sus redes, cerca del altar (recreando el escudo del Arzobispo y simbolizando la nueva evangelización); o de un limonero junto al pórtico de acceso en 2013 (encarnando los frutos de todo el voluntariado de la parroquia). Estas iniciativas se enmarcan dentro del Triduo de Exaltación de la Santa Cruz y la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores que, a diferencia de años anteriores y adecuándose a actual situación de crisis sanitaria, prescindirá de los tres días de oración continuada, así como de la procesión de la Santa Cruz. En todo caso, lunes 14 al miércoles 16 sí que habrá en la Real Basílica charla a las 10:00 y a las 20:30 h.; rezo del rosario, a las 19:30 h.; y misas a las 11:00 y a las 20:00 h. Además, el jueves 17 tendrá lugar una celebración comunitaria de la penitencia, a las 20:30 h.
El Buen Viaje
Existe la tradición oral de que, en tiempos antiguos, los pescadores se encomendaban cada mañana, antes de salir a faenar, al Santo Cristo del Buen Viaje, pidiendo su amparo para una buena travesía. En realidad, su historia es algo más prosaica: la talla fue colocada aquí en 1831, presidiendo la antigua necrópolis parroquial y como expresión del Cristo de la Buena Muerte, en referencia al viaje definitivo. Dicha advocación perdió parte de su significado original luego de que este cementerio, así como el de San Bartolomé “o vello” (recientemente señalizado por un bosquecillo –ya retirado- de cipreses junto al Teatro Principal), fuesen trasladados, por cuestión de higiene, a las afueras de la ciudad, con la creación de los cementerios de A Eiriña y, posteriormente, de San Mauro. A mediados del siglo XX, se abrió el camarín cerrado del Santo Cristo del Buen Viaje, sustituyendo sus paredes por una pequeña balaustrada de forja; no obstante, varios actos de vandalismo sobre esta talla de madera de castaño con policromía al óleo (entre pintadas y un conato de incendio), obligaron a la comunidad parroquial a colocar el actual enrejado, hace apenas un par de décadas.