El Papa llama a los religiosos húngaros a enfrentar las ideologías y el secularismo: «Estad atentos»

Cinco minutos pasadas las cinco de la tarde, el Papa Francisco llegaba a la abarrotada concatedral de la diócesis de Esztergom-Budapest al que es el cuarto evento de su viaje apostólico a Hungría.

Tras bendecir a los 4.000 fieles que le recibieron en el exterior de la catedral, le saludó en su interior el Presidente de la Conferencia Episcopal húngara, András Veres, rodeado por unas 1.100 personas.

“Con corazón alegre y agradecido, lo acogemos de nuevo en Hungría. Saludo al sucesor de Pedro con gran respeto y afecto en nombre de los miembros de la Conferencia Episcopal de Hungría, religiosos, religiosas, obispos, sacerdotes y catequistas. Lo que nos une a todos es la fe en Cristo y el deseo de servir a Su Iglesia con total entrega”, expresó Veres.

La reunión de Francisco estuvo amenizada en momentos alternos por el coro de la concatedral, que en su primera intervención dio paso al de religiosas y catequistas como la dominica Cristina Arnadi o la catequista húngara Dorinia.

“No mirar con resignación” la crisis de fe

Francisco saludó a los 1.100 asistentes a la concatedral antes de comenzar su discurso que destacó la importancia de “interpretar los cambios, transformaciones y desafíos con Cristo y en Cristo”.

En este sentido, se refirió a “las tormentas que azotan nuestro mundo”, a los “rápidos y continuos cambios” de la sociedad o a la misma “crisis de fe en Occidente” y a la importancia de “no mirarlos con resignación”, sino desde “Cristo resucitado”.

“Aunque marcada por la fragilidad, nuestra vida está puesta firmemente en Sus manos. Si olvidamos esto, también nosotros buscaremos medios e instrumentos humanos para defendernos del mundo, encerrándonos en nuestros cómodos oasis religiosos o adaptándonos a los vientos cambiantes de la mundanidad”, advirtió. De hacerlo, advirtió que “la fe perderá vigor” y dejará de ser “la sal de la tierra”.

En su lugar, Francisco llamó a los fieles húngaros a volver a ver a Cristo como “el futuro” para no caer en la mentalidad cambiante de la mundanidad, que es “lo peor que le puede pasar a la Iglesia”. También advirtió de una comprensión “ingenua” y conformista, que sugiere “que todo está bien, que el mundo ha cambiado y que debemos adaptarnos”.

Frente al derrotismo catastrofista del primer caso o al conformismo mundano, Francisco llamó a la solución del Evangelio, que da “la gracia del discernimiento” para “entrar en nuestro tiempo con actitud de acogida pero también con espíritu de profecía”.

Mediante este último, Francisco llamó a la transformación del presente “sembrando el Evangelio, podando las ramas secas del mal y dar fruto”.

“Atentos” ante el secularismo y dificultades internas 

También advirtió al pueblo húngaro, en el que “la tradición de fe permanece firmemente arraigada”, de “estar atentos” ante el “avance del secularismo y cuanto lo acompaña, que a menudo amenaza la integridad y la belleza de la familia y expone a los jóvenes a modelos de vida marcados por el materialismo y el hedonismo”.

Ante cerca de un millar de sacerdotes, catequistas, religiosos y obispos, Francisco quiso destacar algunas “dificultades internas”, propias de la vida de la Iglesia, como es la sobrecarga de los sacerdotes ante las numerosas exigencias de los sacerdotes, “pocos y a menudo de edad avanzada”. Para ello, llamó a que “todos se sientan corresponsables” en una evangelización que debe ser “una colaboración entre sacerdotes, catequistas, profesores, pastores y laicos”.

Entre estas últimas dificultades, advirtió del peligro de caer en “el juego del enemigo” que supone la división y los enfrentamientos.

“El diablo es el que divide, es su especialidad. Vemos obispos y sacerdotes enfrentados, a sacerdotes mayores con jóvenes, polarizados en temas que afectan a la vida de la Iglesia pero también en lo político y social, atrincherándonos en posiciones ideológicas”, lamentó.

Frente a las ideologías, “la fe granítica de los húngaros”

Ante este peligro, llamó a “superar las divisiones, sumergirse en el espíritu del Evangelio, arraigarse en la oración, la formación permanente y la atención a los demás”, pero especialmente a “no dejar entrar a las ideologías“. “La vida de fe no puede reducirse a la ideología. No lo hagan”, sentenció.

A lo largo de todo su discurso estuvo presente el ejemplo de los santos y mártires del pueblo húngaro como San Esteban, cuya reliquia besó, o de János Brener, mártir de la persecución comunista y atea beatificado por el mismo Francisco en 2018.

Como para ellos, dijo Francisco, también “Cristo es nuestro futuro, porque es Él quien guía la historia. De eso estaban convencidos vuestros confesores de la fe, obispos, sacerdotes y religiosos martirizados en la persecución atea. Ellos testimonian la fe granítica de los húngaros“, expresó subrayando que no exageraba.

“Rezo por ustedes, para que siguiendo el ejemplo de sus grandes testigos de la fe, nunca se dejen vencer por el cansancio interior que lleva a la mediocridad. Sigan adelante, con alegría”, concluyó.

Finalizado el discurso, Francisco rezó el padrenuestro, bendijo a los presentes y besó la reliquia de San Esteban antes de trasladarse a la nunciatura apostólica, dando por finalizada su primera jornada del viaje apostólico a Hungría.

Continuará durante la mañana de este sábado 29, con una visita privada a los niños del instituto Beato Lászlo Batthyány-Strattmann y con el encuentro con pobres y refugiados en la iglesia de Santa Isabel de Hungría, seguido de una visita a la comunidad greco-católica húngara.