El Papa a la juventud y las familias: «No olvides la fe, lo más hermoso que aprendiste en el hogar»

Tras una visita a la Virgen en la Catedral de Iasi y la oración con
los fieles allí presentes, el Papa se trasladó en papamóvil a la plaza
del Palacio de la Cultura donde culminó la jornada con el Encuentro
mariano con los jóvenes y las familias. El Pontífice habló en su
discurso de la experiencia de la familia, de las dificultades del
caminar juntos, y de la importancia de las raíces
.


La fe, ciertamente, “no cotiza en bolsa” y por lo tanto “no vende”,
dijo el Papa en el encuentro, esto puede hacer parecer que “no sirve
para nada”. Sin embargo, la fe es un regalo que “mantiene viva la
certeza de ser hijos amados por Dios”.


La felicidad de encontrarse entre hermanos


Tras manifestar su alegría por la presencia de tantos niños, jóvenes,
matrimonios, consagrados, ancianos rumanos “de distintas regiones y
tradiciones”, como también de países vecinos, y de saludar y rezar
primero por los niños, el Pontífice se refirió a la “experiencia de un
nuevo Pentecostés”, en donde el Espíritu Santo nos “convoca a todos” y “ayuda a descubrir la belleza de estar juntos, de poder encontrarnos para caminar juntos.



No olvidar las raíces


Francisco no olvidó la dificultad que puede comportar ese “caminar
juntos”, y dio una pauta sobre el “por dónde empezar”: “No olviden de
dónde partieron. Vayan a donde vayan, hagan lo que hagan, no olviden las
raíces”. “En la medida que vayas creciendo —en todos los sentidos:
fuerte, grande e incluso logrando tener fama— no te olvides lo más
hermoso y valioso que aprendiste en el hogar”, tal fuera, añadió el
pontífice, la indicación de san pablo a Timoteo: “Mantener viva la fe de
su madre y de su abuela”.


La fe es un regalo que “no cotiza en la bolsa”


Pero como la fe, constató el Papa, “no cotiza en la bolsa” y por lo
tanto “no vende”, “puede parecer que no sirve para nada”. Sin embargo
ella “es un regalo que mantiene viva una certeza honda y hermosa: nuestra pertenencia de hijos e hijos amados de Dios”.


La afirmación sucesiva del pontífice fue que “el maligno
divide, desparrama, separa y enfrenta, siembra desconfianza”, quiere que
vivamos “descolgados de los demás y de nosotros mismos”, mientras que
en cambio “el Espíritu”, “nos recuerda que no somos seres anónimos,
abstractos, seres sin rostro, sin historia, sin identidad
”:


“Existe – dijo – una red espiritual muy fuerte que nos une, ‘conecta’
y sostiene, y que es más fuerte que cualquier otro tipo de conexión.
Son las raíces: es el saber que nos pertenecemos los unos a los otros,
que la vida de cada uno está anclada en la vida de los demás”.


De ahí que, según el Papa, “para caminar juntos” allí donde se esté, no hay que olvidar lo que se ha aprendido en el hogar.


Sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra


Francisco recordó luego la historia del monje Galaction Ilie del
Monastero Sihăstria, quien encontrando a un santo eremita que conocía le
preguntó cuándo sería el fin del mundo, a lo que el eremita respondió:
“¿Sabes cuándo será el fin del mundo? Cuando no haya sendas del vecino al vecino”.


“Es decir –explicó Francisco– cuando no haya más amor cristiano y comprensión entre hermanos, parientes, cristianos y entre los pueblos.
Cuando las personas no amen más, será verdaderamente el fin del mundo”.
“Porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra”,
afirmó.



La vocación, un regalo a poner al servicio de los demás


El Santo Padre advirtió, asimismo, acerca de las provocaciones que
pueden desanimarnos y encerrarnos en nosotros mismos, algo que “no puede
hacernos perder de vista que la fe nos regala la mayor de las
provocaciones”: “A todos, el Señor nos regala una vocación que es una
provocación para hacernos descubrir los talentos y capacidades que
poseemos y las pongamos al servicio de los demás. Y nos pide que
usemos nuestra libertad como libertad de elección, de decirle sí a un
proyecto de amor, a un rostro, a una mirada. Esta es una libertad mucho
más grande que poder consumir y comprar cosas
. Una vocación que
nos pone en movimiento, nos hace derribar trincheras y abrir caminos
que nos recuerden esa pertenencia de hijos y hermanos”.


Peregrinos del siglo XXI


Ya en los últimos párrafos de su discurso el Santo Padre recordó que
esta ciudad fue punto de partida de peregrinos hacia Santiago de
Compostela. Afirmando que aún hoy pueden partir “nuevas vías del futuro hacia Europa y hacia tantas otras partes del mundo”.
“Peregrinos del siglo XXI capaces de una nueva imaginación de los lazos
que nos unen”, y precisó que “no se trata de generar grandes programas o
proyectos sino de dejar crecer la fe”.



La misión de los peregrinos


Y porque “la fe no se transmite sólo con palabras sino con
gestos, miradas, caricias como la de nuestras madres, abuelas; con el
sabor a las cosas que aprendimos en el hogar, de manera simple y
auténtica
”, el Papa dejó indicada la misión para estos
peregrinos, con palabras que llevan la “música” de San Francisco de
Asís: “Allí donde exista mucho ruido, que sepamos escuchar; donde haya
confusión, que inspiremos armonía; donde todo se revista de ambigüedad,
que podamos aportar claridad; donde haya exclusión, que llevemos
compartir; en el sensacionalismo, el mensaje y la noticia rápida, que
cuidemos la integridad de los demás; en la agresividad, que prioricemos
la paz; en la falsedad, que aportemos la verdad; que en todo, en todo
privilegiemos abrir caminos para sentir esa pertenencia de hijos y
hermanos”.


Al contar un episodio que ocurrió justo antes de subir al escenario,
el Romano Pontífice quiso insistir en la importancia de los abuelos: “Los abuelos sueñan cuando los nietos van adelante, y los nietos tienen coraje cuando toman las raíces de los abuelos“.


“Rumanía – afirmó por último – es el ‘jardín de la Madre de Dios’ y
en este encuentro he podido darme cuenta por qué”. “A ella consagramos
el futuro de los jóvenes, de las familias y de la Iglesia”, concluyó.


En el final del Encuentro, el Acto de Consagración de los jóvenes y las familias a María, y el rezo del Avemaría en rumano. 

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