Domingos en Blanco

por Manuel Blanco

FRUTOS

    Existe un pueblo que le caería bien a cualquiera: los filipinos. Gente sencilla, enormemente alegre, con talento para la música, facilidad con los idiomas, de paciencia oriental, sentimientos desbordantes… y muchas palabras en castellanopara nombres de personas y lugares: “soy Marcos Achacoso Pangasinan, de Nueva-Écija”.

    Tal vez por eso, Manny Pacquiao, el boxeador, tuvo muchos simpatizantes cuando saltó a la “palestra” con motivo del combate del siglo ante Mayweather. Le vimos asumir su origen humilde, dar gracias a Dios, mostrar educación y respeto ante su rival, etc. Aparte de su “show” mediático o sus pecados, me sirvió para reflexionar.

    Dicen que durante un combate de Pacquiao, en Filipinas deja de haber delitos (todos le siguen en TV). ¡Qué responsabilidad saber que uno es líder! ¡Qué bonito poder unir! La mayor parte de la población filipina tiene menos de 30 años. Y la fe importa al pueblo. (Un Papa, por ejemplo, congrega allí multitudes inimaginables).

    En Nepal se han visto calamidades y muchas cosas buenas. Pongamos un titular: “Rescatan a un médico español y se queda para ayudar”. Estadounidenses y cubanos juntos en el salvamento. Muchos países enviando ayuda material y humana… El mejor rostro del ser humano aflora por unos instantes.

    A veces me pregunto por qué no cuaja tanto esfuerzo. Por qué no conseguimos arreglar o, al menos, planificar la solución a los problemas de la humanidad: “Madre Teresa, ni por un millón de dólares yo tocaría a un leproso”. “Yo tampoco. ¡Ni siguiera por dos millones! Sin embargo, lo hago de muy buena gana, por amor de Dios”. 

Barca de Santiago / Mayo 2015