Domingos en Blanco

La tormenta perfecta

Aquellos “elementos” que un día acabaron con la “Armada Invencible”, azotaron de nuevo la costa oeste de Irlanda el pasado invierno, levantando los arenales y poniendo al descubierto los restos del esqueleto de “La Juliana”. Se trata de un buque que Felipe II había integrado en la histórica flota que pretendía invadir Inglaterra.

Jesús, cansado, dispuso una travesía de orilla a orilla con sus discípulos. Si fuese español y “eurovisivo”, tal vez le inquietase la pregunta: “Ay, ¿quién maneja mi barca, quién?” Pero Él confió la navegación a sus mejores y miedosos amigos. “Por qué queres que vaia eu ao Gran Sol? Dillo a outro!” “Mariñeiro: quérote comigo cando as augas se poñan bravas.” Los humanos podemos defraudar. El Señor, no.

La peor tormenta, incluso, se desata en el propio interior. El miedo nubla hasta hacer noche de tronada; y los rayos del “qué dirán”, golpean contra nuestros proyectos de futuro en paz. Parece como si, tras una obra buena, se produjese algo malo; dando pie a la falsa deducción de que no vale la pena el esfuerzo. “É cousa do Demo”; el cual es un mal “tipo”, claro, pero cuyo trabajo suele ser sobresaliente… hasta donde le dejan.

A veces, la verdad, provocamos un auténtico “cambio climático” que favorece las tormentas. Por ejemplo, ahora que ha terminado el curso escolar, recuerdo a un antiguo alumno al que, en casa, le daban rienda suelta en todo. No había modo de centrarlo en el trabajo ni en otras virtudes sociales. Se había estropeado por completo exponiendo su barca a esas tormentas que le causaban “tormento”. A él y a los demás.

A veces una tempestad no se calma hasta que sacamos de ella una lección para otras batallas de la vida, siempre bella y exigente a la vez. Como decía un amigo, bruto y “golden heart”: “Hai veces nas que só teño un lema: “fe en Dios e ferro a fondo”.

Manuel Blanco

Delegado de Medios

de Comunicación Social