De servir a Dios y a su Patria como Guardia Civil a hacerlo como sacerdote. Este es el principal cambió que experimentó Pablo Lucena,
cuando decidió pedir la excedencia como miembro del Instituto Armado
para responder a la llamada que Dios le hacía. Ahora, este religioso ha
sido destinado a Valencia, concretamente a la iglesia de San Juan del
Hospital, y ha contado su historia al Arzobispado de Valencia.
Durante su etapa como guardia civil que dejó siendo teniente ejerció su profesión en el País Vasco en los años que el terrorismo de ETA hacía estragos y posteriormente en Tarifa, donde luchó de manera incansable contra el narcotráfico y el contrabando.
Guardia Civil en el interior del País Vasco
“Estuve en dos destinos a cual más interesantes. Primero estuve mandando los cuárteles de Murguía y Llodio, en Álava,
de julio de 1993 a noviembre de 1995. Después marché a Algeciras y
mandé la unidad de información”, explica el sacerdote al semanario Paraula.
Pablo Lucena besando la bandera en 2018 en Aranjuez en las bodas de plata de su promoción de la Guardia Civil
Pablo Lucena explica que “la verdad es que disfruté en el País Vasco y pude conocer de primera mano las miserias del terrorismo y del narcotráfico”,
y que hasta su partida al seminario vivió siempre en una casa cuartel
de la Guardia Civil, pues él mismo era hijo de oficial de este cuerpo
policial.
La potente llamada al sacerdocio
Este oficial en excedencia de la Guardia Civil pertenece a la prelatura del Opus Dei.
Fue precisamente en esta realidad donde descubrió una vocación que
sobrepasaba la que él creía que “era absoluta”. Pero el servicio a Dios
al final prevaleció.
“Descubrí mi vocación al sacerdocio siendo numerario del Opus Dei. Me
pasó como a tantos otros numerarios. Como también le pasó a la Virgen.
En su primer ‘sí’ a Dios Padre estaba todo incluido, ¡incluso un cambio
de planes! En la cruz, Jesús le pidió que fuera nuestra Madre. A mí también me pidió un cambio de planes: que fuera sacerdote ministerial.
Pero esto no se entiende si no partimos de la llamada que Jesús me hizo
al Opus Dei como numerario cuando tenía quince años y a mi respuesta
afirmativa”, explica este sacerdote de 51 años natural de Baena
(Córdoba).
“Mi entrega quería ser total”
Con el paso del tiempo –añade- “le había dicho a mi obispo, don Javier (Javier Echeverría, fallecido prelado del Opus Dei) que mi entrega quería ser total, incluso por delante de mi vocación profesional a la Guardia Civil”
hasta que finalmente dio el paso para dejar el cuartel por el
seminario. Fue ordenado sacerdote el 1 de septiembre de 2002 en
Torreciudad.
Que un oficial de la Guardia Civil cambiase el uniforme por el alzacuellos no pasó desapercibido en el cuerpo. “Recuerdo
que algún compañero de Tarifa me hizo llegar el comentario de que era
una pena con la carrera que llevaba en el Cuerpo… ¡Me hizo sonreír!
Primero se lo comuniqué a mis padres y a mis nueve hermanos. Fliparon y
me apoyaron felices, no se lo esperaban. Mi hermano Juan, el que me
sigue, quiso asegurarse de que no era una decisión del momento –había
pasado una mala racha profesional–. Después se lo dije a mi tíos y
primos. Y cuando estaba reuniendo fuerzas para decirlo en la
Comandancia, mi jefe me llamó a su despacho para decirme que mi primo,
entonces subdelegado del gobierno en Cádiz, se lo había contado por
teléfono pensando que ya estaba al corriente. Me invitó a tomarme más
tiempo en esa decisión porque veía que disfrutaba en el trabajo…”,
recuerda.
Además, don Pablo se llevó su sable de oficial a Roma y “ascendí por antigüedad a capitán con mi promoción de la Academia estando ya en Roma.
Como sigo estando en situación de excedencia, podría volver al Cuerpo
en un destino de capitán… Pero creo que ese pluriempleo no es muy
viable. Mis compañeros son ya veteranos tenientes coroneles”.
Lo más feliz de su vida sacerdotal
Ahora que también tiene ya una dilatada experiencia sacerdotal afirma
que lo que le hace más feliz es la misa. Pablo cuenta que “esta mañana,
por ejemplo, he ‘traído’ a Jesús a España y lo traigo todos los días. El Señor me usa para renovar el sacrificio de la Redención. Y también es muy satisfactoria la confesión. Ahí estás cara a cara con las profundidades de la otra persona. Es una labor muy dedicada pero muy bonita”.
Preguntado sobre qué diría a un joven que se esté planteando ser
sacerdote, Pablo afirma: “Que lo hable con Jesús en la oración. Hay
mucha experiencia vocacional en el Nuevo y en el Antiguo Testamento. Que
lo hable con quien le pueda ayudar. Que confíe en el plan que
Dios Padre tiene para su vida y la de miles de personas que se acercan a
Jesús a través del sacerdocio. Que experimente la felicidad de
darse a los demás con generosidad. Y que decida sin miedo en un sentido
o en otro. ¡Viva la libertad! Y que procure no agobiarse porque el peso
del mundo lo soporta Jesús, nosotros más bien le estorbamos: nadie está
a la altura de esa misión. Por eso el sacerdocio es una vocación que da
alas y hace tan feliz”.
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