Cantalamessa alerta en su predicación de las «improvisaciones arbitrarias y bizarras» en la liturgia

El cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, pronunció este viernes el cuarto sermón de Cuaresma, al que asistieron tanto el Papa Francisco como otros miembros de la curia vaticana. En las anteriores predicaciones, el purpurado capuchino reflexionó sobre la evangelización y la teología, por lo que ahora prosiguió sobre la importancia de la liturgia en la vida de la Iglesia.

La liturgia es el punto de llegada, es decir hacia donde tiende la evangelización”, señaló Cantalamessa al inicio de su intervención, incidiendo en que “si faltara el sentido de lo sagrado, faltaría también el suelo o el clima en el que florecería el acto de fe”.

De este modo, señaló que “la Iglesia puede ser para los hombres de hoy el lugar privilegiado de una verdadera experiencia de Dios y de lo trascendente”. El predicador pontificio resaltó que la primera “ocasión en la que pensamos, también por la similitud externa, es en las grandes reuniones promovidas por las diferentes Iglesias cristianas”, pero añadió: “la ocasión por excelencia y la más común para experimentar lo sagrado en la Iglesia es la liturgia”.

En poco tiempo -señaló el cardenal- la liturgia católica se transformó pasando de una “acción con una fuerte impronta sacra y sacerdotal a una acción más comunitaria y participativa, donde todo el pueblo de Dios hace su parte, cada uno con su propio ministerio”. Por tanto, “la Iglesia es el salón del banquete y la Eucaristía, la Cena del Señor preparada en Él”.

Durante siglos “la parte central de la misa, el canon, pasó a ser pronunciado en latín por el sacerdote en voz baja, detrás de una cortina o de un muro, fuera de la vista y del oído del pueblo”. La Iglesia fue entonces llamada a hacer el esfuerzo del cambio, para poder entrar en su dimensión participativa de “pueblo”, según el espíritu del Concilio Vaticano II.

Sin embargo, aclaró que “el presente de la Iglesia nunca es una negación del pasado, sino un enriquecimiento del mismo o, como en el presente caso, un ir más allá del pasado reciente para redescubrir el pasado más antiguo y original”.

En esta evolución de “la Iglesia entendida como pueblo” se puede percibir algo “similar a lo que ocurre con la Iglesia entendida como edificio”. Porque, cualquiera que sea el cambio o la transformación que se pueda operar, “es siempre la misma Iglesia, dedicada al mismo oficio santo”.

Al abordar la percepción de la liturgia como un misterio de lo sagrado, el cardenal Cantalamessa reflexionó: “El sentido de lo sagrado es muy fuerte allí, pero después de Cristo, ¿es justo y auténtico?”. El purpurado invitó a considerar la liturgia como un lugar de manifestación del “gran misterio de la fe”, que debe suscitar nuestra “admiración y asombro”, recordando las palabras de san Francisco de Asís: “¡Que el mundo entero tiemble y alégrense los cielos, cuando Cristo, Hijo del Dios vivo, está sobre el altar, en manos del sacerdote!”

Por ello, advirtió que es importante “no desperdiciar esta oportunidad que la liturgia renovada ofrece con improvisaciones arbitrarias y bizarras”.

La liturgia de hoy es muy rica en la Palabra de Dios, sabiamente ordenada según el orden de la historia de la salvación”, subrayó también. En este sentido, invitó a “aprovechar estos medios” que ofrece este misterio para nuestra sanación. Porque, afirmó, “nada puede tocar más profundamente el corazón del hombre y hacerlo sentir la trascendente realidad de Dios que una Palabra de Dios viva, proclamada con fe durante la liturgia y que toca la vida”.

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