Argüello ironiza sobre el «alborozo» de algunos sobre el Papa y las uniones gays: «¡Qué clericales!»

El secretario general de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Valladolid, monseñor Luis Argüello ha querido ironizar sobre el entusiasmo que las palabras del Papa que aparecían en el tráiler de un documental sobre las uniones civiles de personas del mismo sexo han levantado en distintos sectores, muchos de ellos declaradamente anticatólicos.

De este modo, el portavoz de los obispos llega a llamar a través de Twitter “clericales” a los que han mostrado su “alborozo por el presunto apoyo del Papa a las uniones homosexuales”. Y recuerda que el matrimonio es “la unión estable de hombre y mujer capaz de engendrar vida y formar una familia”.

Monseñor Argüello explica en su hilo en esta red social que “en el 68, con ‘el amor libre’, comenzó el proceso de desinstitucionalización de la familia. Más tarde se pide que las relaciones ‘libres y abiertas’ no sufran discriminación. Así registro de parejas de hecho, uniones civiles y matrimonio igualitario. A la vez quieren no ser y ser”.

Y por ello, añade: “quizá, por eso el alborozo de algunos por el presunto apoyo del Papa a las uniones homosexuales. ¡Qué clericales! Como si ser matrimonio solamente la unión estable de hombre y mujer capaz de engendrar vida y formar familia no perteneciera al sentido común de la gente desde siglos”.

Oficialmente, la Iglesia se pronunció sobre este tema el 28 de marzo de 2003 cuando San Juan Pablo II aprobó un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado por su prefecto, el cardenal Joseph Ratzinger (futuro Benedicto XVI), titulado Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, donde se detallan las razones de orden racional, de orden biológico y antropológico, de orden social y de orden jurídico “que inspiran la necesidad de oponerse a las instancias que buscan la legalización de las uniones homosexuales”.

El documento concluye: “La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad”.

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