«Ante la pérdida del sentido de Dios y de la alegría de la fe no sirve lamentarse, atrincherarse»

El Papa, ante los obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosas y catequistas de Eslovaquia

El Papa Francisco ha tenido este lunes en la catedral de San Martín en Bratislava, capital de Eslovaquia, un encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y catequistas del país. En su intervención. El Santo Padre recordó que el “compartir era el estilo de la primera comunidad cristiana” y cuyos miembros “eran perseverantes, estaban unidos y caminaban juntos”.

De este modo, Francisco quiso recalcar que hoy en día se necesita “una Iglesia que camina unida” pues “no es una fortaleza ni un castillo en lo alto” que “mira al mundo con distancia y suficiencia”. Según indicó, “la Iglesia es la comunidad que desea atraer hacia Cristo, es la levadura que hace fermentar el amor y la paz en la masa del mundo”.

Esto llevó al Papa a explicar que “la Iglesia debe ser humilde”, como lo fue el propio Jesús despojándose de todo, pues “es hermoso –dijo- una Iglesia humilde que no se separa del mundo” y que no cae en la “autorreferencialidad”

“¡El centro de la Iglesia no es la Iglesia! ¿Quién es el centro de la Iglesia? No es la Iglesia y cuando la Iglesia se mira a sí misma, termina como la mujer encorvada del Evangelio que mira su ombligo. Salgamos de la preocupación excesiva por nosotros mismos, por nuestras estructuras, por cómo nos mira la sociedad. Y eso al final nos llevará a una ‘teología del maquillaje’, como nos maquillamos mejor”, afirmó.

Por ello, el Pontífice apostó por adentrarse “en la vida real, la vida real de la gente” y lanzó dos preguntas: “¿cuáles son las necesidades y las expectativas espirituales de nuestro pueblo? ¿Qué se espera de al Iglesia?”.

Para responder de estas palabras, el Papa citó tres palabras: libertad, creatividad y diálogo.

En primer lugar, Francisco dijo a los allí presentes que “sin libertad no hay verdadera humanidad, porque el ser humano ha sido creado libre para ser libre. Los periodos dramáticos de la historia de su país son una gran enseñanza: cuando la libertad fue herida, violada y asesinada; la humanidad fue degradada y se abatieron sobre ella las tormentas de la violencia, de la coacción y de la privación de los derechos”.

El Papa quiso ahondar en la cuestión de la libertad, de la que dijo que “no es una conquista automática que permanece igual para siempre” sino que es un “camino, a veces fatigoso, que hay que renovar continuamente”.

“Recordemos la historia del pueblo de Israel: sufría bajo la tiranía del faraón, era esclavo; luego fue liberado por el Señor, pero para llegar a ser verdaderamente libre, no solo liberado de los enemigos, debía atravesar el desierto, un camino difícil. Y les llevaba a pensar: “Casi, casi era mejor antes, al menos teníamos algunas cebollas para comer”. Una gran tentación: mejor algunas cebollas que la fatiga y el riesgo de la libertad. Esta es una de las tentaciones”, agregó el Papa.

En este sentido, alertó de que “en la vida espiritual y eclesial existe la tentación de buscar una falsa paz que nos deja tranquilos, en vez del fuego del Evangelio que nos inquieta y nos transforma”,

Pero, a su juicio, “una Iglesia que no deja espacio a la aventura de la libertad, incluso en la vida espiritual, corre el riesgo de convertirse en un lugar rígido y cerrado. Tal vez algunos están acostumbrados a esto; pero a muchos otros —sobre todo en las nuevas generaciones— no les atrae una propuesta de fe que no les deje su libertad interior, no les atrae una Iglesia en la que sea necesario que todos piensen del mismo modo y obedezcan ciegamente”.

“No tengan miedo de formar a las personas en una relación madura y libre con Dios. Importante esta relación. Esto quizá nos dará la impresión de no poder controlarlo todo, de perder fuerza y autoridad; pero la Iglesia de Cristo no quiere dominar las conciencias y ocupar los espacios, quiere ser una ‘fuente’ de esperanza en la vida de las personas. Es un riesgo, un desafío”, añadió.

La segunda palabra que quiso explicar fue “creatividad”. “Ustedes son hijos de una gran tradición. Su experiencia religiosa encuentra un manantial en la predicación y el ministerio de las figuras luminosas de los santos Cirilo y Metodio. Ellos nos enseñan que la evangelización no es nunca una simple repetición del pasado”, dijo Francisco.

En su intervención el Papa recordó que la alegría del Evangelio “siempre es Cristo” pero las sendas para que se abra camino la Buena Nueva “son diversas”.

Por ello, abogó que “ante la pérdida del sentido de Dios y de la alegría de la fe no sirve lamentarse, atrincherarse en un catolicismo defensivo, juzgar y acusar al mundo malo; es necesaria la creatividad del Evangelio. Estemos atentos que, todavía el Evangelio no está cerrado, está vigente, va hacia adelante”.

¡Qué hermoso cuando sabemos encontrar caminos, modos y lenguajes nuevos para anunciar el Evangelio! Nosotros podemos ayudar con la creatividad humana, que cada uno tiene esta posibilidad, pero el gran creativo es el Espíritu Santo, es Él que nos empuja a ser creativos. Si con nuestra predicación y con nuestra pastoral no logramos entrar más por la vía ordinaria, intentemos abrir espacios diferentes, experimentemos otros caminos”, exhortó el Santo Padre.

Y por último, el Papa habló del diálogo como tercera palabra a tener en cuenta. “Una Iglesia que forma en la libertad interior y responsable, que sabe ser creativa adentrándose en la historia y en la cultura, es también una Iglesia que sabe dialogar con el mundo, con el que confiesa a Cristo sin que sea ‘de los nuestros’, con el que vive la fatiga de una búsqueda religiosa, también con el que no cree. No es selectiva de un grupito, no, el diálogo es con todos, con los creyentes que llevan adelante la santidad, con los tibios y con los no creyentes. Habla con todos”, explicó sobre este ìmtp.

Así, agregó que “la unidad, la comunión y el diálogo siempre son frágiles, especialmente cuando en el pasado hay una historia de dolor que ha dejado cicatrices. El recuerdo de las heridas puede hacer caer en el resentimiento, en la desconfianza, incluso en el desprecio, induciendo a levantar barreras ante el que es distinto de nosotros. Pero las heridas pueden ser accesos, aberturas que, imitando las llagas del Señor, dejan pasar la misericordia de Dios, su gracia que cambia la vida y nos transforma en agentes de paz y de reconciliación”.

Para concluir, el Papa dijo a los presentes en la catedral de San Martín: “les deseo que continúen su camino en la libertad del Evangelio, en la creatividad de la fe y en el diálogo que brota de la misericordia de Dios, que nos ha hecho hermanos y hermanas, y que nos llama a ser artesanos de paz y de concordia. Los bendigo de corazón. Y, por favor, recen por mí”.

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