10 nuevos santos: la primera santa de Uruguay, Foucauld, María Rivier, Tito Brandsma…

Un mártir de los hindúes, otro de los nazis, muchos fundadores y educadores…

Este domingo 15 de mayo Francisco proclama como santos a 10 cristianos ejemplares, que hasta ahora recibían culto como beatos. Es la primera canonización en Roma desde que se declaró la pandemia del coronavirus: la anterior fue en octubre de 2019, cuando Francisco canonizó al cardenal inglés J.H.Newman (1801-1890), a la brasileña Hermana Dulce Lopes (1914-1992), a Sor Giuseppina Vannini (1859-1911), la madre María Teresa Chiramel (1876-1926) y la seglar suiza Marguerite Bays (1815-1879).

La pandemia ha sido la causa de aplazar algunas de las nuevas canonizaciones, que han acabado juntándose en esta ceremonia que agrupa a 10 figuras de diversos países, aunque con mayoría de religiosos italianos y también con mayoría de fundadores y pedagogos o educadores. Miembros de congregaciones ligadas a los nuevos santos llevaron al altar el incienso que se eleva tras la proclamación de su santidad.

Más que actos heroicos, mucho amor cotidiano, dijo el Papa

En su homilía, el Papa Francisco afirmó que “la santidad no está́ hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano”. Animó “a servir al Evangelio y a los hermanos y a ofrecer nuestra propia vida desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana”.

“Nuestros compañeros de viaje, hoy canonizados, vivieron la santidad de este modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación -de sacerdote, de consagrada, de laico-, se desgastaron por el Evangelio, descubrieron una alegría sin igual y se convirtieron en reflejos luminosos del Señor en la historia. Esto es un santo o una santa, un reflejo luminoso del Señor en la historia”, señaló el Pontífice, que sabía que entre el público había muchos consagrados y consagradas de las instituciones caritativas y educativas que fundaron varios de ellos.

El ejemplo de los santos en época de guerras y tensiones

Justo antes del rezo cantado del Regina Caeli, el Papa saludó “especialmente a los que pertenecen a las familias espirituales de los nuevos santos, y a todos los fieles, pueblo fiel de Dios, reunidos aquí desde muchas partes del mundo”. Hizo mención a las delegaciones de distintos países en la plaza, “en particular al Presidente de la República Italiana. Es hermoso notar que, con su testimonio evangélico, estos santos han favorecido el crecimiento espiritual y social de sus respectivas naciones y también de toda la familia humana”.

En una alusión a la guerra de Ucrania y a otras guerras y choques internacionales, añadió: “Mientras tristemente crecen las distancias en el mundo y aumentan las tensiones y las guerras, los nuevos santos inspiran soluciones de conjunto, caminos de diálogo, especialmente en el corazón y la mente de quienes ocupan cargos de gran responsabilidad y están llamados a ser protagonistas de la paz y no de guerra”.

1. Tito Brandsma, carmelita holandés, periodista, mártir de los nazis

Titus Brandsma era holandés, sacerdote carmelita y llegó a ser rector de la Universidad Católica de Nimega en 1932 y 1933. Cuando los nazis ocuparon Holanda,  él predicó a favor de la libertad de prensa. Denunciaba a los nazis por sus presiones contra la prensa católica, los colegios religiosos y su persecución contra los judíos. De hecho, era portavoz de los obispos holandeses en estas denuncias.

La excusa concreta para detenerle fue que se negó a expulsar a niños judíos de su escuela y se negó a publicar propaganda nazi en los periódicos católicos, propaganda que era obligatoria. Así fue internado en el campo de concentración de Dachau, por donde pasaron otros 2.700 clérigos: algo más de mil murieron allí.

Titus Brandsma, sacerdote capuchino, periodista firme ante los nazis.

En Dachau sólo los sacerdotes alemanes presos podían celebrar misa, pero ellos pasaban la Eucaristía al padre Brandsma escondida en una funda de gafas, que él repartía entre otros presos. Al enfermar, una enfermera le puso una inyección letal en julio de 1942. Otra enfermera indicó que la orden de eliminarlo había llegado de la Gestapo, la policía secreta. Hay un movimiento a favor de declararlo patrono de la prensa, o de la prensa católica, junto a San Francisco de Sales.

Lea aquí el milagro que permite la canonización del mártir Brandsma. Y más sobre su vida y resistencia aquí.

2. Charles de Foucauld (1858-1916), militar, explorador, ermitaño pobre del desierto

Foucauld fue sacerdote ermitaño en el sur del Sáhara argelino, no consiguió evangelizar a casi nadie en ese desierto, entre los tuareg, pero tras su muerte su espiritualidad de pobreza y  desierto fue muy fecunda y en ella se inspiraron a lo largo del siglo XX muchos iniciadores de comunidades católicas, misioneras, monásticas o semimonásticas, convirtiéndose en una de las figuras espirituales más populares del siglo.

Charles de Foucauld

De origen noble, huérfano, perdió la fe en su juventud y fue explorador militar francés en Marruecos, autor de interesantes trabajos científicos. La espiritualidad de los marroquíes le despertó el interés. De vuelta a Francia, habló sobre la fe con una pariente, leyó “Elevaciones del alma a Dios”, de Bossuet y en una iglesia rezaba: “Dios, si existes, haz que yo te conozca”. Un sacerdote le animó a confesarse con él: esa fue su primera conversión. Años después, tendría otra, de abandono y pobreza total, en el desierto y la hambruna. Fue monje trapense 7 años, luego sacerdote ermitaño. Un adolescente le mató de un disparo durante una revuelta antifrancesa en el desierto al sur de Argelia.  

3. María de Jesús (Carolina Santocanale) (1852-1923), una noble entre los más pobres

Esta religiosa siciliana nació en una familia noble, pero abandonó su mundo de comodidades por servir a los pobres, inspirada por la Regla franciscana. En una casa heredada de sus abuelos, con unas compañeras, empezó un servicio de visitar pobres y enfermos y acoger huérfanos. A partir de 1910 sus religiosas pudieron vestir hábito capuchino.

La escasez de medios, malentendidos, la Primera Guerra mundial y otras dificultades fueron minando sus fuerzas, pero siempre se apoyó en la Eucaristía. Su congregación es la de las Hermanas Capuchinas de la Inmaculada Concepción de Lourdes, que tiene unas 30 comunidades y unas 150 hermanas trabajando con los necesitados en Italia, Albania, Brasil, Madagascar y México.

4. María Rivier (1768-1838), niña enferma, catequista clandestina, fundadora fértil

Maria Rivier empezó como una niña enferma, con raquitismo. “Si me curas, te traeré muchos niños más”, le dijo a la imagen de la Virgen de su pueblo. Y mejoró mucho. A partir de 1789, con la Revolución francesa y sus persecuciones al clero, ella organizó arriesgados encuentros de oración en su casa.

Luego, en 1796, con cuatro compañeras, en la fiesta de la Presentación de María en el Templo, lanzó su congregación para evangelizar y servir a los niños. Así nacía la congregación de la Presentación. Murió en 1838 y cuatro años después sus religiosas llegaban a Canadá. Hoy están en 14 países, con más de 100 escuelas, unas 1.000 religiosas y 47.000 alumnos.

(Yasmín Oré cuenta mucho más sobre María Rivier aquí).

5. Lázaro Devasahayam Pillai (s.XVIII), de militar devoto de Kali a mártir 

Un militar francés asesor en el reino hindú de Travancore explicó la fe católica a  Nilampulla, un funcionario y militar de la corte, devoto de Kali, hijo de sacerdote de Shiva. Se bautizó con el nombre de Devasahayam, y también el de Lázaro: ambas cosas significan “Dios es mi auxilio”. Él habló de la fe a otros nobles, que maniobraron contra él. Le encarcelaron y torturaron durante 3 años y finalmente fue fusilado en 1752, con 40 años.

Cuatro décadas después aún seguían las persecuciones contra nobles cristianos, lo que indica que su ejemplo inspiró a muchos a mantener la fe. Su cuerpo descansa en la catedral de Nagercoil.

(Lea su historia más detallada aquí en ReL.)

6. Madre Francisca Rubatto (1844-1904), italiana, pero primera santa de Uruguay

Anna Maria Rubatto, de nombre religioso Madre Francisca de Jesús, nacida en Carmagnola, Italia, en 1844, va a ser considerada la primera santa uruguaya. Su cuerpo descansa en un santuario en el barrio Belvedere de Montevideo. A los 4 años quedó huérfana de padre, y a los 19 murió su madre. Vivía acompañando a una señora de la buena sociedad a la que ayudaba en sus obras de caridad. Era una seglar devota, que daba catequesis a niños y visitaba enfermos en el Cottolengo y en los Oratorios de Don Bosco en Turín.

Un sacerdote capuchino la vio ayudar a un obrero recién accidentado y la invitó a liderar un grupo de jóvenes con ganas de consagrarse. Ella tenía 40 años. Así en 1885 nacían las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, dedicada a los enfermos y, especialmente, a los niños y jóvenes abandonados.

En 1892, con cuatro de hermanas de su congregación, partió hacia América Latina, abriendo comunidades en Brasil, Argentina y Uruguay. Siete veces atravesó el océano para acompañar a las hermanas en ambos continentes. Abrió 18 casas en los 20 años de su gestión. Murió de cáncer en Montevideo en 1904. Hoy la congregación tiene comunidades en Italia, Brasil, Perú, Argentina (con 8 colegios), Uruguay (4 escuelas) y 5 países del África negra.

Lea aquí la historia del milagro para su canonización.

7. María Domenica Mantovani (1862-1934), fundadora pobre de las Hermanitas de la Sagrada Familia

María Domenica Mantovani era la mayor de 4 hermanos de una familia pobre de cerca de Verona, Italia. Aprendió el catecismo y letras básicas pero no pudo proseguir sus estudios. Ya de adolescente hablaba de Dios y de lecturas pías a sus amigas. El beato Giuseppe Nascimbeni, párroco, fue su maestro espiritual desde los 15 años. Al crecer visitaba a pobres y enfermos y enseñaba el catecismo a los niños. A los 24 años hizo voto de virginidad perpetua.

Hasta los 30 años vivió con su familia. Solo al cumplir esta edad, con el padre Nascimbeni, puso en marcha la Congregación de las Hermanitas de la Sagrada Familia para servir a los pobres. A su muerte la comunidad ya contaba con unas 1.200 hermanas en 150 casas de varios países, dedicadas a la caridad. En Argentina tienen 12 comunidades, y allí se han dado los dos milagros de la causa, el de la beatificación (milagro en 1999) y el de la canonización (milagro en 2011). ¡La mamá ‘milagrada’ en 1999 fue quien animó a rezar a la mamá ‘milagrada’ de 2011! (Lea aquí la historia de estos milagros).

8. César de Bus (1544-1607), de joven frívolo a sacerdote promotor de la catequesis

Es el más antiguo de los nuevos santos. Sus padres eran emigrantes italianos acomodados en la corte francesa de Carlos III y él creció en un mundo de frivolidades. Fue soldado y poeta, como tantos otros en su época. Pero un día experimentó una visión de la Virgen María que le transformó por completo. Le fueron orientando el sacerdote jesuita Pierre Péquet y su amiga Antoniette, una analfabeta que le pedía que le leyera las vidas de los santos.

Ordenado sacerdote y admirador de San Carlos Borromeo, trató de seguir su modelo promoviendo la enseñanza del catecismo entre las clases populares. Con otros sacerdotes fundó los Padres de la Doctrina Cristiana (Doctrinarios de Aviñón) la orden femenina de las Ursulinas de la Provenza. Su obra influyó en posteriores santos pedagogos como San Juan Bautista de La Salle y San Marcelino Champagnat. Los Padres Doctrinarios hoy tienen comunidades en Francia, Italia, Brasil, India y Burundi y siguen centrados en promover la catequesis popular.

9. Luigi Maria Palazzolo (1827-1886), sacerdote italiano fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres (Instituto Palazzolo)

Sacerdote en Bérgamo (Italia), fundó las Congregaciones de las Clarisas y de los Hermanos de la Sagrada Familia para acoger a niñas huérfanas y pobres. También creó escuelas nocturnas para jóvenes y adultos. La labor educativa y la formación religiosa que ofreció fueron tan eficaces que unos cuarenta jóvenes del Oratorio optaron por hacerse sacerdotes. Sometido a un gran sufrimiento físico y moral, murió a la edad de 58 años.

10. Giustino Maria Russolillo (1891-1955), sacerdote animador de vocaciones

Sacerdote de Pianura, en la provincia de Nápoles, vivió su vida y su ministerio al servicio de las vocaciones, para lo que fundó una sociedad de sacerdotes. Fue predicador, conferenciante y escritor. Ofrecía sus sufrimientos y choques humanos a la Virgen María.  La catequesis permanente y la atención pastoral a las familias transformaron su comunidad parroquial, que se convirtió así en una “casa de santidad” y en la cuna de numerosas vocaciones. Apoyaba a sacerdotes y religiosos con dificultades y animaba a los jóvenes a formar familias cristianas. 

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